12 de agosto, Agp.
Los aeropuertos son lugares donde el tiempo no pasa, donde
no somos nadie. La cualidad de ser lugar de tránsito nos convierte,
recíprocamente, en seres transitables por la utopía.
Pero, cuando pasa más tiempo del recomendado fuera de la
identidad física, al sentimiento de frugal libertad le sigue el de nostalgia
ineluctable del yo.
Sentir que quiero recorrer todos los caminos de vuelta a
casa; sentir el tiempo pesado que gotea segundos rutinarios cual tortura china;
sentir la presencia quieta de mi gato, la cualidad de poder ser, sea quién
fuere.
No podemos no ser indefinidamente o esa inmortalidad se
difumina en olvido, en sombra. En el caso de ausencia del yo el motivo que nos
liberaba, o liberador, también se olvida y le sigue sensación de estar perdido, consecuente
amnesia corpórea. Sientes a cambio (porque de ninguna otra manera puede ser
algo que no sea latido, pulsión, volunto) leves atisbos de Yo que te indican el
camino.
Es sin duda una experiencia fisiológicamente recomendable,
siempre con moderación y bajo la atenta mirada de un profesional.
Lo mismo ocurre con el amor.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarDesmoróname.
ResponderEliminar