Testigo es el nombre que se le da a los
objetos que quedan encerrados entre las páginas de los libros: una nota, una
foto, un marca páginas, dos billetes de tranvía, una flor destrozada por el
paso del tiempo, una postal de Madrid despoblada. ¿Qué pasaría si eso fuéramos
nosotras? No quiero ser lo que se quedó atrapado entre dos versos de Benedetti,
entre las palabras de Cortazar, entre los miedos de Peri Rossi, entre los vasos
de Sabina. No quiero, menos que nada, que seas tú esa que va a padecer haber
vivido entre mis palabras, que va a perecer ante el olvido de cualquier otra
con más besos. No quisiera recordarte por mi anhelo más sincero, siendo el
Florentino Ariza de mi propia novela cuando tú no quieres ser Maga.
Alguna que otra declaración del estilo te he
hecho. Borraría cada línea, me desharía de cada página porque la nuestra fuera
una historia normal y corriente, de placidez insensata carente de la tragedia,
de la pasión. Pero esa, sin las letras, no sería nuestra historia, porque aquí
de lo que se trata es de que no cualquiera puede ser Fermina Daza.
Sigo sin comprender cómo lo haces. Y empiezo a dudar incluso de ser dueño de mi "emociograma"...Bien es pura coincidencia, bien de alguna extraña forma me lees por dentro antes de que me escriba.
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