Dime a
qué jugamos,
si a la
promesa de un amor eterno
o a la
efusividad de una pasión soluble
Dime
que nos encontramos,
una y otra vez,
para
sacarnos los cuartos
y no para romper los quicios de nadie
Dime
que nuestras mentiras,
si es
que las hay,
empiezan
por nosotras mismas,
se apiadan de nuestros miedos,
y
acaban por el cielo raso al que no aspiramos
Respiramos
la cotidianidad,
y la
culpa queda diluida en el café de por la mañana
Libre
de palabras,
esta vez ellas no nos rescatarán,
enganchada
a cualquier motivo
para
continuar en la cama un rato más si me lo pides;
Dímelo,
dímelo a bozas, bajito.
Buenos versos.
ResponderEliminar