sábado, 7 de diciembre de 2013

Timing


Las solapas del abrigo iban levantadas, haciendo función de cortavientos para que el poco frío que pudiera colarse por los huecos quedara repudiado. El pelo dentro de la bufanda y las manos en los bolsillos.

¿Qué hacer en la calle en una noche tan fría un diciembre cualquiera? ¿Qué si no? Buscar la casualidad. Cada paso, inopinado, tanto más cerca de ti que el anterior. Todas las esquinas, los semáforos, un reto si reconstruyes al revés la historia de nuestro fracaso casual. ¿Cuántas veces nos habremos perdido sólo por unos instantes? Seguro que las mismas que por una sola palabra.


A la aventura por las mismas calles que recorremos todos los días, a ciegas por esas que no pisamos nunca, tentando a la suerte y a la probabilidad. Flâneur del Albaycín que sortea guiris y perros y se encuentra cada noche consigo mismo. Tocan los gitanos en las cuevas, suenan los tambores en el Sacromonte, reverberan tus pasos en tacones planos por mi memoria. Esta tarde es todo tuyo aunque, probablemente, no nos volvamos a encontrar. 



El laberinto es el buen camino en el caso de aquel
que siempre llega demasiado temprano hasta su meta1.







[1] Benjamin, W. Obra de los pasajes, J 61, 8

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