Una
botella son seis copas.
Este placer culpable
que me invita a sacar fotos
a cada esquina en que te besé.
Ser un satélite nunca había
significado
estar tan fuera de órbita,
ni de tu cadera ni de tus ojos.
Una botella son seis copas,
y me sobra un día, me llevo más
de una.
Abandono mi humanidad
para decaer en las pasiones más
irracionales.
Ni un atisbo de coherencia
cuando se trata de la piel malhallada.
Resquicios, rincones, la
insistencia
más allá del propio aliento.
Esta es la habanera de las
noches perdidas
en que me unto los pezones con
blastoetimulina
a ver si me llega al corazón.
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