Existe en el amor un elemento
humanizador; está en el momento preciso en el que el tacto se sobrepone a todas
las demás percepciones. La experiencia liberadora de la razón ante el contacto
físico, de una sencillez que se impone en cualquier acto afectivo en el momento
efectivo en que estás solo ahí.
Luego, decantamos el amor a
partir del filtro de la razón y le otorgamos mil nombres a favor de olvidar ese
instante de debilidad.
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