miércoles, 5 de junio de 2013

Evoqué


Sentada en el balcón hago como que fumo. No en el acto de fumar en sí, sino más bien en esa forma de contabilizar el tiempo y de procrastinar con un justificante lo suficientemente fuerte como para que se considere una adicción, el procrastinar, que no el fumar.

Me regodeo en la pérdida del tiempo, y te evoco, fumando, pasiva en el dintel de la puerta, como si no pasara nada, ni en ti, ni en mí, como si el mundo no se estuviera matando, como si César no hubiera cruzado el Rubicón. Tan dramático todo, ahora y siempre, mientras tu fumas, pasiva en el dintel de mi vida.

No te voy a pedir que dejes de fumar,  ni quiero acaso que me quieras; pero quítate el sombrero, quítame la pena y desnúdame al pie de la cama las palabras, para que se me caiga la ropa, a golpe del capítulo 68 de Rayuela.


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