Las casualidades no existen,
son fruto de una
pretensión voluntarista
de una mente que pretende anticiparse a los
acontecimientos
y, cuando no puede,
lo justifica como un designio divino,
universal
y fatídico.
No era casualidad tu pelo
ni tus ojos
ni tu
mano en mi camisa,
eras tú tras cada uno de esos instantes,
tu determinación
fatal.
La Nuria Monfort de mi vida
al final no
era yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario