sábado, 14 de abril de 2012

Aviones a la luna


Tenías Razón. Razón con mayúsculas.
Yo dejé de ser yo para ser tu yo, mi tu:
tu Re, tu amor, tu sí.
Y cuando te fuiste, ya no tenía ni las dos primeras letras mi nombre,
no tenía amor ni posesivos,
ya no había más afirmativos incondicionales.
Por eso he tenido que inventarme,
desde el principio,
porque Re no estaba ya.
No pienses que te traiciono,
aunque yo misma lo sienta así,
por hacer cosas que no me son propias, por decir cosas que yo jamás diría.
No pienses que yo ya no soy yo, que he cambiado:
el cambio implica continuidad
y yo me rompí.

Me llamo Rebeca. Tengo 22 años.
Algunos pensarán que no he perdido ninguna guerra.
Algunos pensarán que no he ganado ninguna batalla.

Me llamo Rebeca, pero podría llamarme de cualquier otro modo.
Me gustan las mujeres
para quererlas, para dormir con ellas, para acostarme con ellas, para olerlas, para leerlas.

Me gusta leer.
He leído de todas partes del mundo y de la historia:
Rusos que se revolucionan,
Griegos que descubren,
Ingleses que colonizan,
Italianos que versan,
Alemanes que piensan.

Y he aprendido algo,
que puede ser a la vez una guerra perdida o una batalla ganada:
el universo es infinito, las estrellas brillan en aleatorio
 y el mundo dejó de girar al fondo a la derecha
cuando tu dejaste de ser el sol
y yo me quedé con mi cara oculta de la luna. 

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