Terrible, fue terrible.
Porque en el amor las medias tibias, no existen.
No te voy a
engañar,
podría decirte
que no me he enamorado;
que sí, que me
encanta el cine iraní,
que prefiero que
te vayas a dormir a tu casa.
Podría disfrazar
de cualquier pretexto
todas nuestras
tardes de café,
las llamadas a
deshora.
E insisto, todo
esto es una cuestión de distancias.
Pensé que tenerte
tan cerca sin tocarte sería inocuo,
porque lo más
terrible de lo fatal del amor es cuando te atransviesa,
fulminándote.
Pero este
paralelismo constante,
visto en modo
macro, nos mantiene la tensión superficial,
la distancia de
seguridad;
en cambio, si lo
ves con una perspectiva lejana,
como la del
tiempo,
nos cuenta que
hemos permanecido piel a piel,
cortándonos los
días y las noches.
Y es que en la
cama,
codo a codo, piel
a piel,
nunca somos ni
siquiera dos.
Terrible, fue terrible.
A ver quién nos
salva ahora.
Irreversible fue el placer de leerte.
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