Te regalo la ciudad, a tus pies,
aunque sea el amor de mi vida.
La mujer que más veces he
recorrido,
y qué más me ha desnudado,
tiene curvas de piedra
y los muros calientes;
no me ha dejado impasible ni una
noche
y me ha vestido de frío y de
asfixia
cada vez que me marcho.
Yo te la ofrezco,
siendo tú parte de ella;
ya no tiene sentido amarla sin
tu mirada de asombro,
bajo la que se desmoronan
almenas y surtidores.
Ahora quedan los restos de dos
entes,
ella y yo, desterradas por tu
ausencia.
Me entrego a sus calles a
deshora
para deshacerla en nuevos encuentros,
que me cuenten otros secretos
las fuentes
que me marque otras rutas la
luna
que me seduzcan otras mujeres
por cualquier Carmen
y me roben los besos con la
batalla ganada de antemano.
Me regalo
para que deje de tener sabor a
definitivo cada momento vivido
y para que ella, si puede,
también te deje ir
y no repita tu nombre a cada vuelta
de esquina.
Dime algo bonito.
La Alhambra en tu ventana,
a la que cada noche me llevo a
la boca
para olvidarme de ti,
1925 veces cada noche.
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