Si consigo
olvidarme de ti el tiempo suficiente,
la vida sigue su
curso.
Pero esta
caracterización de Titán
se disuelve en
cuanto se desaprenden tus manos de las mías,
tan lejos,
y cada día es una
Odisea contra la que no sé naufragar.
La cosa es que no
es tan dramático como para ir
y hacer el
papelón de amante bandida abandonada,
desdeñada por una
mujer que no la correspondió.
Tales niveles de
intensidad no se me escapan de estas líneas.
Además, este
raciocinio mecanicista
me impide hacer
nada
que pueda costarme
perder la elegancia
en la que tanto
invertí.
Catalizar es un
verbo que va
desde lo que me arrastra
a camas ajenas
hasta todo lo que
nunca digo.
Y pese a que me
pesa la espera
como una losa que
no sé cargar,
las fuerzas no
merman.
Los optimistas,
los idealistas, somos así;
la abstracción
nos permite encontrar una justificación tan sólida a todo
que tu marcha a
por tabaco
tiene seguro
fecha de vuelta a ritmo de tango de Gardel.
Que muera de
miedo
ante el fatídico
final
no le resta ni un
atisbo de encanto,
fatalista y
romántica,
en un siglo que
no me corresponde,
como aquella
noche en tu alhambrada,
tras la que me
perdí y no sé volver.
Mi amor, si es
que me permites el trato,
si te tuteo es
porque me duele la boca
y me pierde el
credo de este amor
que no sé
despechar.
Mi amor, que se
me quedan cortos los ismos
para ponerle
corriente a esta tendencia
de la que no sé
salir.
Mi amor, si
tienes algo que decir,
dilo,
que se me pasa la
vida sin tu café
que se me vienen
abajo todas las murallas
y que este
paripé, si lo es,
tiene que llegar
a su fin.
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