Se ha despertado el mundo roto,
la nostalgia en pie de guerra,
los pretextos y las excusas
contaminadas de cinismo.
Podríamos hablar de política,
de economía, ponernos serias y
apelar
a algunos antecedentes
históricos,
incluso citar un par de nombres.
En el fondo seguiríamos hablando
de amor.
Podríamos, incluso,
mancharnos las manos de
melancolía
y ponerlo todo patas arriba
buscando las causas del caos
o algún resquicio de suerte.
¿Dónde está Pan, dónde está el
Duende?
Expoliados los santuarios
no queda lugar de consuelo.
Quizás, en algún momento,
sí que podamos hablar de
belleza.
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