Adquirimos conocimiento para
responder a preguntas
que quizás nunca lleguen a
formularnos;
preguntas que por nosotros
mismos
quizás no nos habríamos hecho
nunca.
Lo almacenamos, como un bien muy
preciado,
con la satisfacción de estos
diversos síndromes,
patologías,
Stendhal, Fausto, Diógenes…
La noche es tan joven
y podríamos hacer el amor hasta
desfallecer.
Nuestra época premia el
esfuerzo, la rapidez y el acierto
a la hora de demostrar cuánto y
cómo de bien,
sobre todo en cuestiones
prácticas.
Lo nuestro, en cualquier caso,
siempre es puro vicio.
Sobre todo,
Sobre todo, cuando eres Fausto y
eres Stendhal
y yo me deshago en cada boca que
dice mi nombre,
sapiente, como si fuera la tuya.
Sabemos que sabemos tantas
cosas,
degustamos, deglutamos,
digerimos
y en este alarde de léxico no me
cabe una sola coma,
sobre todo,
sobre todo, cuando lo que quiero
decir no lo digo.
Y pese a todo, pese a todo,
seguimos vestidos.
La noche es tan joven y nosotros,
pese a todo, no somos los mismos.
Tiritarán, azules, los astros a
lo lejos,
y tú y yo tampoco seremos las
mismas.
Por más palos que toquemos
y más versos que versemos
seguiré sin encontrar el compás
ya que esto ha sido desde el
principio
cuestión fisiológica más que
poética.
No me llames, si es que puedes,
para que no salga corriendo y enséñame,
si es que quieres, cómo llegar
al fondo de los huesos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario