Los seres humanos no estamos constituidos para durar
tanto. El miedo a la muerte nos ha
llevado a crear todo tipo de artimañas para esquivarla, para darle largas. La
religión, la medicina, la tecnología… Cada una, en un momento determinado, se
han usado como medio para aplacar nuestra finitud.
Pero no estamos hechos para la longevidad. Nuestros
cuerpos se resienten y van dejando, progresivamente, de oír, de ver, pierden el
olfato, pierden el gusto. Pierde el olfato y el gusto por la vida, por vivir;
porque realmente nos gusta más saborear que digerir, porque somos un animal de
emociones fuertes.
Y de lo que se trata, a fin de cuentas, es del instante, del fútil ahora, que vale más que cualquier para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario