Los
líos de Lía.
Hay personas a las que les gustaría tener una máquina del tiempo. En cambio, a otras les gustaría tener una máquina del espacio, para poder estar en dos sitios a la vez. Esto le sucedía a lía, que le preocupaba muchísimo no poder hacer todo lo que se le antojaba, cuando se le antojaba y sufría y padecía penas y penurias cada vez que tenía que elegir. Lía lo quería todo y lo quería todo ahora, porque no hay nada más que ahora.
- ¡¡¡Que no se puede estar en misa y replicando Lía!!! – le solía decir su madre.
- ¡Que yo soy atea y republicana madre, ni dios, ni amo, ni patria! Y a obrero despedido, patrón colgado.
Alzaba el puño y salía corriendo, porque no había un instante que perder.
Como Lía solo creía en el presente, una máquina del tiempo era algo que no tenía mucho sentido. En cambio, todas las pasiones tristes (que es algo de lo que hablaremos en el próximo fascículo) como la melancolía, la nostalgia y la extrañeza eran problemas espaciales. No había nada que Lía odiara más que echar de menos.
La primera opción, según un razonamiento lógico inductivo, es que para solventar problemas espaciales, había que centrarse en lo que estudiaba el espacio: la NASA. Pero claro, ser astronauta implicaba irse muy, muy lejos, lo que a Lía no le interesaba, pese a que sería muy bonito verlo todo desde arriba.
NASA descartada, el siguiente punto del razonamiento llevó a nuestra intrépida protagonista a querer estudiar física, el espacio en estado puro, duro, macro y micro. Seguro que con la teoría de la relatividad y entiendo algo tan peludo como la distancia años luz, Lía podría haber afilado mucho la cuestión del espacio, profundizando mucho y teniendo como premisa que si algo estaba en su forma física, técnicamente no podría echarlo de menos. Pasó el tiempo, en una sucesión de ahoras constantes, y se dio cuenta Lía, que cada vez vivía más, de que se puede echar de menos estando físicamente cerca, y que ese era un sentimiento aún más triste que el otro.
De este modo llegó a la solución final. Iba a ser inventora, porque los inventores tienen solución a todo. Pero como ya había descubierto que las cosas físicas no solucionan los problemas siempre, tenía que ser inventora de lo no físico. Así que se hizo filósofa. Y tras mucho inventar, se dio cuenta de que inventaba muchos problemas que nunca podía solucionar, y que al final, las pasiones tristes y las alegres la traían y la llevaban y que su sino era ser su propio nombre, un lío, un lía, y liarse.
Y cuando Lía fue muy viejita, porque pese a que sólo viviera el presente, siempre pasa el tiempo, descubrió que probablemente hubiera sido mucho más interesante una máquina del tiempo, para tener más tiempo para solucionar el problema del espacio y porque, casi todos los problemas de la vida, se solucionan con la paciencia que el presente nunca te deja ver.
Emprendiste tu viaje a Itaca y pediste que el camino fuese largo... La paciencia es la madre de la ciencia. Disfrútalo, llegarás.
ResponderEliminarAfilando y afilando la cuestión, solo queremos detener el momento, ni siquiera retroceder, simplemente...esa sensación
ResponderEliminarme gustan Lía y sus líos