Todo empezó porque no estoy
acostumbrada a que me pasen cosas bonitas. O sí, justo al contrario,
porque he desarrollado una adicción a cualquier estímulo que
considere curioso. De ahí que haga cualquier situación propicia al
delirio.
Ya me gustabas y la ciudad también. Tú
tan de aquí y ella tan de ti, que las dos eran mujeres con
posibilidad de enamorar. Y hay gente con la suerte de catar las cosas
en el momento perfecto. Yo no. Yo tiendo a tener hambre y a catalizar
por instinto.
Por lo general, me inquieta lo
incierto, y en particular, más. Todo lo que no sé, que es
inabarcable, me genera la más insaciable ansiedad. Pero contigo no,
porque iba con el no por delante y por detrás. No sé en qué
momento me miraste y lo pensé, esa mirada de te voy a besar que a mi
no me correspondía. Pero el hecho es que no había nadie más. Y
amanecía detrás de la Alhambra, en un día que se hacía de rogar
como, sin saberlo, yo.
Me besaste. Sigo sin saber si fue algo
generado por el alcohol, si fue volunto, como dicen por estas
tierras, o qué. Pero ahí todo se aceleró y de pronto no me
importaba si amanecía, si atardecía, si ardía la Alhambra o si
ardía yo porque tu camisera había declarado un alto al fuego del
que no se pensaba retractar.
Y ahora. Ahora pasas por mi cama, pones
mi nariz en pie de guerra, me haces ver otra línea tan fina como
profunda entre el verde y el azul y te vas.
Quizás esto sucede porque desde el
momento en el que manifiesto que algo me gusta, como tú, ese algo
está siendo gustado por mi, en un vínculo recíproco que nos
afecta por igual. Y eso me vuelve a dejar, en cierto aspecto y
volviendo a ser yo sujeto pasivo, tan frágil y vulnerable como me
prometí nunca ser.
Y eso pasa porque en ese vínculo van
marcados a fuego todos los momentos previos a que te escurrieras por
mis manos, en los que vi la posibilidad de que esto sucediera, como mera posibilidad pero toda la potencia encerrada en los actos. En el momento en que supe que quería “trazar
constelaciones uniendo cada lunar en tu espalda”, sin siquiera conocer la
línea que proyectaban dos estrellas de hombro a hombro.
Granada empieza a parecerse a demasiadas cosas
ResponderEliminar